El mundo quiso gritar en contra nuestra, haciéndonos caer a plomo sobre el asfalto del odio.
Estuvimos a punto de sucumbir al destrozo, flaquearon nuestras fuerzas y el llanto brotó como un manantial desbocado.
Pero justo ahí, en el umbral del precipicio por el que nos dispusimos a caer, te miré a los ojos y te dije que no, que nada ni nadie puede conmigo, que mi alma sigue siendo tuya y que mi mano te seguirá agarrando con fuerza, sin miedo a nada, pese a quien pese, porque aquello que construimos es demasiado grande como para ser destruido.
Insisto en decirte que escribes muy bien..... Muy bien.
ResponderEliminarTransmites de una forma , sencillamente genial.
Muchas gracias!!. Intentaré seguir y mejorar.
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