Te admiro en tu apogeo de luz y siento el calor de tu mirada abrupta y eterna, y ese halo de paz que habita en ti y resplandece en medio de la oscuridad que invade el espacio. Reparo entonces en que es un misterio la vida, como lo es tu presencia y tu porte al observar el mundo desde tu perspectiva.
Albergas una belleza extraña en tu blancura y en tu forma plena, y en este instante, saliendo de un extenso letargo, miro hacia delante mientras retomo el viaje que dejé aparcado hace tiempo, cuando dejé de vivir. Al fin mi piel recupera su color, y el reflejo de tu visión, luna misteriosa y serena, guía de nuevo mis pasos hacia el amanecer.