lunes, 9 de julio de 2018

Aquellos campos


Aquellos campos de amapolas que adornaron la lejana primavera olvidada en un rincón del tiempo, vuelven ahora a mi memoria trayendo recuerdos que tenía abandonados.
Cierro los ojos y puedo evocar, con total precisión, el aroma de la hierba y el rumor de aquella brisa que mecía los árboles al compás de las bellas tardes de juegos infantiles, cuando nada me preocupaba y sentía que el mundo no podía hacerme daño.
Los años fueron quedando atrás y sentí el azotar del paso del tiempo dando lugar al adiós de la infancia; la crueldad del mundo asomó sus fauces por las rendijas de una vida que seguía siendo la misma, a pesar de haber cambiado tanto.
El color de las flores ya no es tan intenso, y el aroma que desprende la hierba apenas se percibe, ni siquiera el sonido de la brisa es el mismo, y se nota la ausencia de quienes guiaban mis primeros pasos por la vida. Pero subsisten aún pequeños retazos de aquellas ganas de seguir en pie, porque tengo la certeza de que queda mucho por recorrer en el horizonte, porque los años transforman la vida pero no la destruyen, porque los seres queridos que ya emprendieron su último viaje dejaron aquí su recuerdo indestructible, y todas estas razones logran que mi mirada rescate el brillo del pasado al descubrir nuevos campos de amapolas que seguirán adornando la vida que queda por vivir.