Te abriste paso entre las tinieblas de este interminable y triste invierno, tal vez el más fatigoso de los que he vivido hasta este momento, y lo hiciste luchando por traer algún rayo de sol para poder surtir de luz cálida a los nuevos días que van cambiando su tonalidad y retardan el crepúsculo.
Los melancólicos atardeceres han llegado a su término, dando lugar a una nueva era donde se aloja tu fascinante presencia.
Inevitablemente esta etapa, al igual que todas, también acabará, pero al menos dará tregua a tanta amargura acumulada en el peor de todos mis inviernos, y me concederá la oportunidad de poder tomar aire en mi transitar sobre tu verde tapiz floreado y mullido, deseando con todo mi ser que regrese la normalidad para que la vida pueda discurrir, al menos de momento, sin sobresaltos.
Bienvenida, primavera.