Soportaste el hecho de ser vejada, aguantaste en silencio la humillación por miedo a que el castigo fuese aún peor, deseando que todo acabara cuanto antes y poder sobrevivir a ello, denunciaste y tuviste que aguantar que se te cuestionara como si fueras tú la culpable del delito cometido sobre ti, sobre tu cuerpo y sobre tu condición de mujer.
Descubres ahora que se juzga tu comportamiento ante la vida, como si no fuera correcto el hecho de querer salir adelante a pesar del trauma, ese trauma que, probablemente, va a acompañarte siempre, y que revivirás con dolor en tantos momentos, a pesar de tu sonrisa y de tu juventud, de tus ganas de vivir y de tu pleno derecho a hacerlo.
Deseo con toda mi fuerza que la vida sea justa, contigo y con aquellos que hicieron añicos tus ilusiones y se adueñaron, por un desgraciado e interminable instante y sin derecho alguno, de tu persona y de tu voluntad.
Que tu sonrisa vaya floreciendo con el tiempo, que tus sueños se cumplan, que mires al mundo de frente y sin miedo y que, por encima de todo y pese a todo, te sientas orgullosa de ser mujer, de ser feliz, de querer vivir.
Porque yo te creo.